Decimos que el punto débil del
Madrid, su única asignatura pendiente, son ciertos partidos fuera de casa,
aquellos que se juegan contra equipos menores (sin faltar), encuentros sin
excesivo glamour pero de mucho correr y sudar. Y aunque esto es verdad, de todos
los campos del mundo en los que se cumple habría que excluir a La Rosaleda,
porque es un territorio más amigo que hostil y porque el Málaga es un equipo de
natural abierto y afable.
Si a eso le añadimos que el Madrid
llega montado en las carrozas del Orgullo Galáctico y el Málaga se presenta un
tanto depresivo, sin goles ni victorias (sin Peiró), el pronóstico parece de un
claro que asusta. Sin contar otros factores psicológicos que favorecen a la
galaxia, como la cercanía del mar, la playa, la fiesta y el inminente cumpleaños
de Ronaldo, huracán Isabel versión confeti (y demás).
Pese a todo, cualquier víctima, por
sentenciada que parezca, dispone del recurso de la excitación y esa será la baza
del Málaga en su estadio, que no estará lleno porque hay avispados presidentes
que suben los precios para ganar más dinero y al final ganan el mismo dinero que
siempre pero con menos espectadores en el campo, lo que termina por perjudicar a
su propio equipo, que luego se queja de que la afición tiene que apoyar más y el
presidente silbando.
Como Juande busca soluciones para
que su equipo se defina y juegue o destruya, se presienten cambios en la
alineación, aunque parece seguro que Salva debutará en casa (en la nueva). A
este respecto, hay dos tipos de aficionados al fútbol: a los que les gusta Salva
y a los que no les gusta en absoluto. Como me inclino por la polémica opción A,
estoy abierto a cualquier tipo de crítica, por despiadada que sea.
En el Madrid no hay dudas, una vez
confirmada la ausencia de Helguera, que todavía no está recuperado de sus
molestias. Jugarán los autores de los últimos recitales en el Bernabéu, que como
se sabe han coincidido con la reubicación de Beckham en el centro del campo. Por
cierto, al inglés también le hace falta un gran partido fuera de casa para que
el amor del madridismo sea incondicional y eterno.
Al hilo de los recitales y el
precio de las entradas Queiroz comparó al Madrid con un concierto de los Tres
Tenores. También aclaró que el balón no tiene cerebro.