Con sus dos goles en la final del Mundial del 98 contra Brasil, Zinedine Zidane se convirtió en el hijo de la República Francesa, en un símbolo que todo mi país respeta. Pero antes ya era el hijo querido de la ciudad más antigua de Francia, ciudad fundada por los griegos 600 años antes del nacimiento de Cristo: Marsella.

Por eso Adidas, la marca que viste tanto a Francia como al Real Madrid, decidió dedicarle allí un gigantesco retrato pintado sobre la pared de un edificio. Han pasado los años y en Marsella no faltan los jóvenes especialistas en el arte de los grafitis. Pero nunca nadie ha manchado la imagen de este futbolista fuera de serie. Su forma de ser, su profundo respeto hacia su pasado, hace de Zizou un hombre “intocable”.

Algo que enorgullece a su padre, un trabajador que tuvo que emigrar desde Argelia para sacar a su familia adelante y que ha transmitido a sus hijos unos valores a los cuales Zinedine siempre que puede hace referencia. “Intocable” hemos dicho, porque a pesar de ser una estrella mundial, Zizou nunca ha olvidado de dónde venía: de un barrio popular de Marsella, La Castellane.

Además, Marseille, como se dice en francés, no es cualquier ciudad. Es seguramente uno de los sitios con más personalidad de todo el país y Dios sabe que han acogido a mucha gente llegada de más allá de los mares. En la ciudad del Stade Velodrome tienen un acento muy reconocible, una cultura muy arraigada, un sol radiante buena parte del año, un puerto magnífico, una cocina muy especial dominada por la famosa bouillabaise (una deliciosa sopa de pescado) y una patrona denominada Notre Dame de la Garde que los vecinos prefieren llamar la Buena Madre. Pero todas estas características que hacen de los marselleses gentes muy especiales no les impiden sentirse franceses hasta la médula y defender con amor su bandera tricolor y su selección de fútbol (algo que aquí, seguramente, no podrán entender los nacionalistas que reniegan de su pasaporte español).

Por todo este carácter tan especial, creo que le pega muy bien a Zizou ser de Marsella y reivindicar siempre la ciudad que le vio nacer. Un hombre orgulloso de lo que ha sido, de lo que es y de lo que hace.

Mañana por la noche, en el césped del estadio marsellés de Velodrome, Zinedine Zidane será el único marsellés de verdad que conducirá la pelota en el campo. Sin embargo, no lo hará con la camiseta blanca del Olympique, sino con la elástica también blanca del Real Madrid. ¿Qué más da? Zizou es siempre Zizou. Con el mismo talento innato, con la misma elegancia. Los aficionados le quieren así y poco importan los colores que lleva porque él, siempre, defiende el color del buen fútbol.