Se puede querer a una persona (animal
o cosa) por la coincidencia en los gustos o por la coincidencia en los odios.
Esta segunda versión del enamoramiento es menos frecuente (o consciente), pero a
largo plazo ofrece las mismas garantías de éxito (es decir, pocas), pues pasado
el fragor inicial de las relaciones sentimentales, sobreviene en algunas parejas
una reposada felicidad que consiste básicamente en acorazarse contra el mundo. Y
para construir ese muro, que es otra forma de nidito de amor, es fundamental,
antes que la coincidencia en los gustos, la coincidencia en los odios. Digo todo
esto, además de porque se me acaba de ocurrir, porque el Real Madrid visita hoy
al Espanyol, dos equipos que podrían ser pareja de hecho o, más bien, amantes de
esos que viven en ciudades diferentes y se ven una vez al año, el mismo día en
que se conocieron y siempre en el mismo restaurante, idéntico camarero que ya no
pregunta qué quieren los señores porque siempre quieren lo mismo.
En ese tipo de encuentros, amorosos
o deportivos, aunque se quiere salir bien librado, existe una preocupación por
el destino del otro, una cierta generosidad, si no puedo ser yo, que seas tú. Y
es por eso que la tranquilidad predomina y no hay declaraciones pendencieras, ni
reproches pasados ni recados a los árbitros, porque no se baten en duelo
enemigos, sino aliados, y lo saben bien los espectadores de Montjuïc, que viven
el peor de los sentimientos que puede asaltar a un aficionado, el de la
felicidad doble, da igual quien gane, que en realidad es tristeza al cuadrado,
porque da igual quien pierda. Pese a todo, o por eso mismo, el estadio rozará el
lleno en lo que será para los madridistas un ensayo general de la final de Copa.
Al Madrid no le beneficia la calma
que rodea al choque, un remanso de paz entre el Valencia y el Bayern, tal vez el
último falso llano antes de las montañas. Ni siquiera bastará el recurso de
jugar de memoria, porque las bajas de Guti y Beckham por sanción obligan a un
centro del campo experimental que obliga a tocar otras líneas, ya sea subiendo a
Helguera o bajando a Zidane y colocándolo junto a Borja, la opción probable.
Figo, que ayer se retiró del entrenamiento, podría ser sustituido por Juanfran.
En el Espanyol, la duda es quién ocupará el lateral derecho, con ventaja de
Tayfun sobre Carlos.
Habíamos hablado del árbitro y le
habíamos restado importancia, pero era sólo como excusa entre los contendientes,
entre los que juegan. Entre los que miran, entre muchos de ellos, el árbitro
volverá a ser la explicación de todos los males, hasta el punto de que habrá
quien cuente cada roce en el área para considerarlo penalti y luego
contabilizarlo como gol y decirnos que el partido debió terminar 23-25. La
susceptibilidad es libre, pero pitar los agarrones no es amanerar el juego, sino
proteger al delantero, al talento, al gol, al fútbol, algo así como coincidir en
el gusto y no en el odio.