Los problemas que Oliver Kahn
padece desde hace meses en su espalda pueden tener su origen en la que de un
tiempo a esta parte es su gran pasión: el golf. Son muchos los futbolistas que
practican este deporte por placer y para descargar tensión (Ronaldo, por ejemplo),
pero en el caso del alemán el golf se ha convertido en una obsesión más que en
un placer. Coge los palos cuando puede y se tira horas dándole a la bola. Y eso,
a la larga, pasa factura, porque tras una sesión de golf necesita otra de masaje
para recuperarse.
Kahn suele acudir con frecuencia al
hotel Dorint, en la localidad mallorquina de Camp de Mar. Es una instalación
exclusivísima frecuentada por otros deportistas alemanes (la propia cadena
Dorint es germana), como Ullrich o Rummenigge. La última vez que Kahn jugó al
golf en las Baleares fue en diciembre, durante sus vacaciones invernales. Estuvo
una semana en la que, curiosamente, coincidió con la visita del Madrid a Son
Moix. Por esas mismas fechas hace un año, Kahn también estuvo allí. Fue tras la
Gala de la FIFA y el partido del Centenario del Real Madrid. El portero había
viajado para recibir el premio como segundo mejor futbolista del año y para
participar en dicho partido. Enfadado porque la conferencia de prensa comenzó
con una hora de retraso debido a que Ronaldo llegó tarde, pretextó una lesión
muscular para no jugar el partido. De nada sirvieron los intentos de Valdano por
convencerle: no quería arriesgar. Pero, acto seguido, cogió un avión y se fue a
jugar al golf.
Son muchos los golfistas
profesionales que sufren trastornos en la espalda. El caso más significativo es
el de Severiano Ballesteros, al que una lesión crónica ha alejado de los
primeros puestos del escalafón. La dolencia de Kahn lleva trazas de convertirse
también en crónica.
Se entrenó a tope ayer
Kahn intenta superar el mal trago
del pasado martes a base de trabajo. El portero del Bayern se machacó ayer
durante hora y media en las instalaciones de Säbener Strasse, bajo la nieve que
en esos momentos caía sobre Múnich. Ni una palabra, ni una sonrisa...
Ensimismado, Kahn intentó atajar con rabia cada balón que le enviaban, en la
única compañía de su joven compañero de equipo Michael Rensing.