Entre tanta atrocidad,
entre tanta mentira, ¡qué grande es el fútbol! En una
final épica, como las que Bernardo de Salazar nos cuenta
que eran antes, el Real Zaragoza tuteó al Real Madrid y
se llevó por sus indudables méritos la Copa del Rey.
Un partido de ida y vuelta, con sentido medio minuto de
silencio en recuerdo de las víctimas de los atentados, y
luego, alta tensión, con arbitraje que no contentó a
nadie, con muchos goles y con dos perdedores, César y
Láinez. Contra ellos se confabuló el nuevo balón, el 'Roteiro',
con el que se disputará la próxima Eurocopa.
Y es que este esférico recuerda al Mitre inglés, con
sus vuelos incontrolables, con su búsqueda implacable de
los lugares a los que no llegan los guantes de los metas.
El Real Madrid, que ya dejó serias dudas ante el
Bayern de Múnich, evidenció que su corta plantilla no
llega a tope a lo importante. Lo que iba a ser un trébol
de cuatro hojas, sólo puede ser de tres. Quedan la
Décima y la Liga. El Mónaco y el Athletic.
El Zaragoza, un recién ascendido, sólo puede levitar
de gozo. La suya fue una gesta, como la del Calderón
ante el Barça en el 86 o la de 2001 en Sevilla contra el
Celta jugón de Mostovoi y Karpin. Otro héroe
rehabilitado, para escarnio de Manzano, fue Movilla.
Otro calvo de oro. Como Ronaldo, triste en la grada. Sin
él, no es lo mismo. Como sin Casillas.