Parecía que ni siquiera estaba en el Bernabéu. Uno
se imaginaba a Ronaldo en casa, huyendo del frío polar, refugiado con su bella
Mireia junto a una cálida chimenea y viendo como Solari (un multiusos al que
sólo le falta jugar de portero) se convertía en el ariete de este Madrid que
está tirando de orgullo para evitar que el fogoso aliento del Valencia le haga
perder el pulso por la Liga. Ronie pasaba por allí y hasta cerca del descanso no
dio señales de vida. Desde luego, no se parecía a ese avión X-43 que la NASA
hizo volar esta semana a 7.700 kilómetros por hora. Pero no le hace falta. Pasó
de guerras navajeras con los bad boys de la defensa de Caparrós (Alfaro &
Navarro) y con tres pinceladas memorables dejó claro que está por encima del
bien y del mal. David Beckham dio un pase de amigo, de colega, buscando la
testa rasurada de O Rei. Nunca fue su fuerte. Pero ahora que ha sentado la
cabeza con su preciosa novia de Granollers, el carioca la puso al servicio de la
causa para firmar el 2-0 y dejar claro que cuando AS apuesta por él en portada
no piensa dejarnos en la estacada. Lo mejor estaba por llegar. Guti se unió a la
fiesta tirando del carro tras el espejístico 2-1, Zidane inauguró la barra libre
del talento y Ronaldo se zambulló en la orgía (futbolística) consiguiendo que el
Bernabéu se olvidase de los guantes de lana y del moquillo colgando ante tanta
belleza. Como en las buenas películas, Ronaldo se esperó a la última escena para
regalarnos un postre afrodisíaco. El título del film fue Ronaldo bajo la lluvia.
Robó la pelota a Redondo, encaró a Esteban, se detuvo, pegó a la bola a lo
Laudrup, sonrió porque la vida es bella y rubricó su gol 31 para deleite del
pueblo. ¡Gordito, qué bueno que viniste! |