Frente a la fuerza constante del Valencia, algo así
como un mar que empuja, el Madrid se mueve como los costaleros de la Semana
Santa sevillana, a chicotás. En esfuerzos cortos y potentes, para luego parar,
relajarse un poco, tomar fuerzas de nuevo y otra vez a cargar. Así fue de nuevo
ayer: una salida en serio, rentabilizada por errores del Sevilla, un sesteo,
despertado por el penalti de Baptista, y un nuevo esfuerzo, arriba con el paso,
todos a una, hasta conseguir la goleada. Dos estilos distintos que le dan más
interés a este colosal final de Liga al que vamos abocados. Ochenta partidos
para doce son mucho esfuerzo, dijo Roberto Carlos. No pareció apiadar a Queiroz,
que ayer resolvió la baja obligada de Figo (suspendido por tarjetas) con su
único suplente en uso, Solari. Falte quien falte, Solari. Y la cantera, cero
patatero. Figo es justamente el único titular que puede tener dos suplentes,
Núñez y Juanfran, pero Queiroz no los tomó en consideración. Y también hizo
jugar a Beckham, Zidane y Raúl, tocados los tres. Ninguno descansó. No hay
piedad para estos Doce del patíbulo, condenados a remar sin auxilios en este
océano de partidos.
Claro, que reman con ventaja: Ronaldo va a bordo. Eso sí que no lo tiene el
Valencia, tan largo de banquillo y con un entrenador que sí sabe repartir juego.
Pero Ronaldo sólo hay uno y está en el Madrid. Relajado, sonriente, feliz,
seguro de sí mismo. Su presencia inunda de confianza al madridismo y de goles
las redes de los contrarios. Hasta los terribles Pablo Alfaro y Javi Navarro se
derritieron ante su presencia. Es el as en la manga con que juega Queiroz. Por
eso desdeña los descartes. Pero ojo: su patente desprecio a la cantera empieza a
ser visto como una insolencia ofensiva. |