Toca jugar. Y ningún sitio mejor que Montecarlo
para jugarse el pase a semifinales de la Europa 1. No me gustó el gol de
Morientes en el Bernabéu porque, sin él, el Madrid saltaría al Luis II con la
clasificación en el bolsillo y ahora deberá cuidarse y apretar los dientes si no
quiere sufrir las iras de un equipo que no tiene nada que perder. De lo que se
presume a la realidad hay un trecho. Los franceses deberán avanzar y al tiempo
guardar la viña, trabajo excitante pero pesado. El Madrid europeo enseña sus
mejores artes, y la ausencia del infatigable Beckham debería compensarse con el
espacio que se dé a Ronaldo, porque los defensas galos no podrán rebañar siempre
su plato y dejarle hambriento y pretender sacar tajada de los males madridistas
conectando con sus manantiales. Sé lo que la historia dice y sé también que
con dos goles de ventaja será muy difícil volcar la cuna blanca. Sucede que el
fútbol es un amasijo infernal de situaciones inesperadas, algunas de las cuales
no se pueden evitar, pero sí puede intentarse. La temporada se abrocha con siete
partidos de Liga y, como máximo, cuatro de Europa. Y a eso se reduce todo
después de meses y meses de estopa. Hoy juega el Madrid en Mónaco para estar
donde, como mínimo, le exige su caché. Arbitra Collina, que asegura el
equilibrio. Y la vuelta de Helguera debe dejar a Mejía en el banquillo. Con
Morientes y Prso para rematar, confiarse es de tontos. Pero este es un juego de
listos y en el Madrid hay muchos. Mónaco tiene que ser una estación más hacia la
final. |