En mi molesta opinión, las botas de fútbol de color dorado o plateado, última horterada de moda, no benefician en nada a sus portadores, cuyos pies, en teoría armas de matar, parecen los de Cenicienta (ver Ronie y Becks). La indumentaria tiene una indudable influencia en el ánimo y esa visión no puede ayudar al espíritu, prueben a salir de casa con unos zuecos forrados de papel Albal, verán como se achican. Pero como vivimos bajo la dictadura de los diseñadores y de la sinergia marketiniana debemos sufrir en silencio mientras los protagonistas de nuestras epopeyas lucen publicidad en las nalgas y cuellos de pico como los del Dúo Dinámico, por no hablar de las manchas de ketchup, que ayer también jugó el Athletic.

No pretendo justificar el mal partido del Real Madrid por las botas siderales de Ronaldo o Beckham, en absoluto. La buena imagen del Getafe, pese a perder, fue lograda a pulso, a pulso acelerado, gracias una presión tan asfixiante para quien la sufría como para quien la ejecutaba. Y cuando el correr tiene sentido, cuando es común, deja de ser de cobardes para ser coreografía.

La primera parte fue una revelación en lo que al Getafe se refiere y una profunda decepción en lo que toca al Real Madrid, que no tocó mucho, por cierto. Mientras el recién ascendido desplegó todos los valores que se le suponen al que acaba de llegar y quiere quedarse, el Madrid repitió los viejos errores, que eran muchos: falta de tensión, de orden y, lo más preocupante, de ideas. Un caos general al que contribuyó que Camacho situara a Solari, zurdo cerrado, en la banda derecha, para cubrir la ausencia de Figo, que tenía molestias musculares. Guti, que hubiera podido ocupar el puesto con menos traumas porque, aunque es igual de zocato es más versátil, jugó en la izquierda. Núñez, candidato natural al puesto, se quedó en el banquillo.

Debo admitir que esta decisión resultó un tanto desconcertante. Es pronto para afilar las garras y los partidos amistosos son experimentos Quimicefa que no tienen ninguna semejanza con el fuego real y las bombas racimo. Todo eso. Pero si algo se esperaba de Camacho era sensatez total, apabullante, desesperante, si quieren. Pero poner a Solari por la derecha es una queirozada supina. Recuerda a esos juegos florales que hacía el portugués por no enfadar a los veteranos, en los que revolvía medio equipo, y que atufaban a desconfianza en la cantera. Y si ya vamos a desconfiar de los canteranos, es mejor abrirles la puerta para que se busquen la vida en otro sitio.

Tampoco resta este desliz táctico ningún mérito al Getafe, que durante la primera parte fue claramente superior al Madrid, dirigido por un Vivar Dorado sencillamente excepcional, un futbolista al que le ha faltado sólo un punto de ebullición para comandar un equipo de clase media-alta, sólo eso. Junto a él cumplió Diego Rivas y dejó igual de buena impresión Cotelo por la banda derecha. Arribas, que tienes maneras, pecó de chupón, y Yordi se peleó con solvencia con Samuel y juraría que le ganó a los puntos. Un equipo ilusionante, y eso es lo mejor que se puede decir de un modesto y de un entrenador, Quique Sánchez Flores, que se presenta en sociedad.

En la segunda mitad, los cambios rompieron la concentración del Getafe y fue eso lo que permitió que el Madrid se apoderara, por primera vez, de la pelota. El tedio madridista, que viraba a patético, lo rompió Morientes con un verdadero golazo, un zurdazo cruzado del tipo impepinable. Era la primera acción del partido (la única) que demostraba la diferencia técnica que existe (o debería) entre los jugadores de ambos equipos. Todo comenzó en un magnífico pase de Celades, que se la puso suavito al delantero, con clase, al pasillo que señalaba. La jugada reivindicó a dos futbolistas en diferentes situaciones de marginación, uno leve y otro casi total, o eso creíamos.

En el caso de Morientes su incorporación haciendo pareja con Ronaldo y en sustitución de Raúl resultó significativa, me atrevería a decir que hasta simbólica. Había quien pensaba que ambos no podían jugar juntos y eran muchos los que creían que Raúl seguía siendo intocable. Y no. Si hay rotaciones y el vestuario resiste la erupción del algún volcán, Morientes tendrá minutos porque tiene calidad para ello. Y calza botas de colores sobrios.

La situación de Celades es más peliaguda. Nunca fue malo, más bien al contrario, el suyo es más un problema de incompatibilidad con el estilo del Madrid, donde encajan mal los futbolistas light, sin azúcar ni cafeína, seguramente saludables, pero sin carácter definido. Por eso entiendo que incluirle en el equipo, como ha sugerido Camacho, es más una regresión que un feliz redescubrimiento. El centro del campo del Madrid reclama contundencia, especialistas, tipos a los que en su infancia hayan golpeado con una regla cada vez que se descolocaban. Vieira, sí. Pero también, y no creo que sean incompatibles, Xabi Alonso, una joya menospreciada por un mal partido con la selección. Y no sobraría ninguno porque faltan jugadores de ese corte, que cimenten el esquema. Y además, existen las rotaciones.

El Getafe se encontró con un castigo desmedido para el trabajo realizado, pero le servirá la lección para las batallas que le esperan. Pachón, el héroe del ascenso (cuatro chicharros), pudo batir a Casillas minutos antes de que marcara Morientes, pero se recreó en la suerte y en los duelos Iker es siempre el último en pestañear.

Cuentan que había un emisario del Wisla Cracovia en las gradas del Rico Pérez y cuentan que se puso verde al final del partido, unos dicen que por indigestión y otros aseguran que por la esperanza. No está confirmado.

06.08.2004 06:31 +0400
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