No venció el Athletic por
pasión (que también), sino por buen fútbol. Más allá del derroche físico,
de la presión y las patadas, hay otra forma de vencer al Madrid: con el
balón en los pies. Esa es la novedad, el tuteo. Y luego el compadreo y,
después, el ninguneo. En eso se ha quedado el equipo que asombró al
mundo.
El gran pecado de Camacho ha sido marcharse (muy ofendido, eso sí) sin
haber acometido una renovación de la plantilla que resultaba
absolutamente necesaria y que era evidente para cualquiera desde que el
Madrid se desmoronó en el último tercio de la pasada temporada. Y esa
herencia envenenada (pecado de arrogancia), un equipo agotado, en pleno
declive, es la que ha recibido García Remón. Bastante hace el nuevo
entrenador probando variantes tácticas que pretenden reactivar el
espíritu, encender la mecha, despertar las conciencias. Pero no es
sencillo. O quizá ya no sea posible porque nadie cree en quien tiene a
su lado y esa cadena de la desconfianza va de Florentino al utillero.
Raúl rindió a un nivel magnífico en el centro del campo porque en esa
posición no depende de la precisión de un remate o de la inspiración
puntual, y porque en contacto más continuo con el balón su presencia le
otorga al equipo carácter, personalidad, ansia, virtudes todas ellas de
las que adolece normalmente el Real Madrid. Pero es probable que Raúl
también tuviera ese efecto revulsivo, por ejemplo, en cualquiera de los
laterales porque, más allá del acierto, es un buen futbolista que siente
pasión por el juego y lo transmite.
Sólo él y Casillas se salvaron del último naufragio. Del resto de
futbolistas, algunos con honorables apellidos, se podría decir que los
del Athletic parecían mejores. Y es muy probable que muchos lo sean.
Del Horno, por ejemplo, volvió a ser un lateral fantástico. En Bilbao
aseguran que es engañoso juzgarle por sus enfrentamientos contra el
Madrid, que en muchos otros partidos anda perdido, pero sus exhibiciones
confirman la existencia de un gran jugador, tal vez irregular, no pondré
en duda la versión local.
El primer gol del Athletic llegó de un buen pase suyo desde la izquierda,
Figo dedicado a sus labores. El pase fue bueno, pero lo convirtió en
letal Raúl Bravo con un error impropio de un defensa del Real Madrid: en
lugar de despejar con la cabeza se encogió como un conejo. Urzaiz
aprovechó el regalo, controló con la pierna derecha y fusiló a Casillas
con la izquierda.
Esa, la de Raúl Bravo, era una de las novedades que había introducido
García Remón, significativa por lo que tenía de castigo a las ligerezas
de Roberto Carlos, pero que nada aportaba futbolísticamente porque nada
aporta este jugador, si acaso rapidez en los cortes cuando juega de
defensa central y los rivales son tímidos. Esa es la trampa a la que se
enfrenta García Remón, nada hay detrás de las estrellas, nada para
fomentar la competencia y no nos engañemos ensalzando a Celades por un
buen partido contra Osasuna porque ayer volvió a desaparecer en plena
tormenta.
El Madrid se quedó groggy después del gol y el Athletic demostró que
tiene un equipo bonito, dinámico, con recursos, que mueve el balón con
rapidez y con sentido, tan capaz de abrir las bandas y buscar el centro
a Urzaiz como de intentar pases interiores que sorprendan a los
centrales contrarios. Todos la saben tocar, no hay ni un tronco y la
comentada debilidad defensiva del equipo resultó ayer inapreciable.
Algunas de las rotaciones entre los jugadores de ataque
Etxebe-Yeste-Ezquerro recuerdan a las del fútbol sala.
El primer disparo visitante llegó en el minuto 21 y fue un chut lejano
de Ronaldo que pudo parar Aranzubía con la planta del pie. Apenas se vio
a Beckham, pero una de las pocas veces que controló el balón (quizá la
única) levantó la cabeza para lanzar un pase en largo y no se movió ni
el viento. Ni Ronaldo ni Figo, sólo Raúl es capaz de intentar un
desmarque, de amagarlo, de ofrecer una ayuda. A esa pasividad añadan que
el Madrid es un equipo manco, sin profundidad por banda, una medianía de
pasecitos en corto que siempre terminan en el enemigo.
Reacción insuficiente. Al filo del descanso, Ezquerro cabeceó a la red
otro centro de Del Horno, sin oposición ninguno de los dos. Como sucedió
en el gol anterior, Figo se desentendió de la jugada y Raúl Bravo fue
burlado por el delantero, que saltó a por el balón, no al bulto.
En la reanudación, sin tiempo para santiguarse, llegó el gol de Raúl, un
pase de tacón de Guti que el capitán controló hacia el interior y remató
con la derecha, favorecido por esa deriva que tienen los disparos hechos
con la pierna mala.
García Remón dio entrada a Morientes por Beckham y a Roberto Carlos por
Bravo. Guti bajó al pivote y el Madrid mejoró, pero levemente, porque
aunque dominó por momentos el juego (siempre Raúl), siguió sin acercarse
a Aranzubía con un mínimo de peligro. Ni un córner a favor durante todo
el partido, ni un disparo dentro del área.
El Athletic acusó el cansancio, pero no le perdió la cara al choque y
jamás se encerrró. No es un equipo diseñado para eso. Está pensado para
jugar. Y para ganar o morir de ese modo. Y esa apuesta por el
espectáculo, aún con riesgos, es un mérito inmenso de su entrenador,
Ernesto Valverde. Es pronto y los puntos son pocos, pero da la impresión
de que el Athletic ha vuelto a conjuntar a dos generaciones ganadoras,
los que vienen y los que están. Dirán los escépticos locales que fue
porque estaba el Madrid delante. Pero se equivocan. Eso no era el Madrid.
El Madrid no tiró ni un córner
La inoperancia ofensiva del Real Madrid se hizo latente ayer con un
dato tremendo: el conjunto blanco no sacó un solo córner en todo el
encuentro.
El crack
Del Horno
Dos soberbios centros suyos con la zurda dieron origen a los goles
del Athletic. El Madrid sigue siendo su rival preferido.
¡Vaya día!
R. Bravo
Imperdonable su cantada en la jugada del primer gol, cuando saltó a
destiempo y dejó el balón muerto a pies de Urzaiz.
El dandy
Raúl
Marcó un gran gol con la derecha y fue el único madridista que peleó
por conseguir la remontada en San Mamés.
El duro
L. Prieto
Le pegó una patada por detrás a Ronaldo sin venir a cuento en el
centro del campo y fue justamente amonestado por ello. |