Detrás de su sonrisa y de una aparente
despreocupación por todo lo que no sea disfrutar de la buena vida,
cuentan que Ronaldo se come la cabeza cuando no marca. Que sufre y busca
explicaciones a su sequía goleadora. No está acostumbrado y lo pasa mal.
A Ronaldo le estaba empezando a pasar factura este agobio. Él, modelo
universal para todo el que busca las características de un goleador, iba
encadenando partidos sin marcar. Hasta que el maleficio se rompió.
Ocurrió ayer. Ronaldo logró el primer tanto del Madrid. Pero quería más.
Las ocasiones no llegaban y él se centró en hacer otras cosas. Incordiar
la salida del balón del rival, coberturas, defensa de los córners y
bajar hasta el lateral para ayudar a Salgado. Desconozco qué método ha
empleado García Remón para convencerlo pero el Ronaldo aislado de
anteriores temporadas ha dado paso a un futbolista comprometido y
solidario. Un jugador de equipo. Sin embargo, esto, con ser importante,
no es lo que motivó que el Madrid pagara por él 35 millones de euros.
Todas las razones de su fichaje se resumen en el segundo tiempo que hizo
Ronaldo. Potente, regateador, rápido, físicamente perfecto tras los
kilos que se ha dejado en el gimnasio, el brasileño fue una apisonadora.
Una y otra vez, como si acabara de entrar en el campo. Boom, explosión
de fuerza. Ronaldo controlando el balón, mirando y destrozando a la
defensa del Albacete. Carrera, bicicleta y disparo. Carrera, balón
pisado y disparo alto. Balón controlado, asistencia a Owen. Gol. Carrera,
parada en seco, pase a Solari. Fuera. Carrera, regate, recorte en el
área y disparo con la derecha. Golazo. Del mejor Ronaldo que se ha visto
hasta la fecha en el Madrid. |