Nudo
Primer acto:
Las rotaciones llegaron al Real Madrid y lo
hicieron contra un rival que ve el fútbol de forma muy parecida. Al
Villarreal le gusta tocar, huye del sudor y del músculo, no exige un
gran despliegue físico al contrario y vive sus partidos sin mucho ritmo.
En definitiva, es un rival del agrado de las estrellas blancas, a las
que se les descubren sus carencias cuando les hacen correr. Con Guti,
Figo y Zidane en Madrid, García Remón dejó en el banquillo a Roberto
Carlos y Raúl. Helguera pasó al centro del campo, Pavón ocupó su sitio
en la zaga, Raúl Bravo apareció en el lateral izquierdo, Solari por
delante de él y Owen acompañó a Ronaldo. Con tanto cambio el Madrid
tardó en aclararse más de lo habitual, pero el Villarreal no sacó
partido de esa ausencia y el Madrid terminó metiéndose en el encuentro
hasta dormirlo para vivir con tranquilidad hasta la llegada del descanso.
Helguera y Celades no generaron juego, Ronaldo sólo apareció una vez, y
no supo aprovechar una buena ocasión, Owen apenas participó y Solari se
empeñó en ocupar la banda derecha, con lo que frenó a Beckham, que
necesita poco para irse al centro y olvidarse de que un día fue interior
derecho, y dejó la banda izquierda para Raúl Bravo, con lo que eso
significa. El Villarreal apareció más en ataque, pero sin terminar de
aprovechar el juego que sale de la cabeza de Riquelme. Son dos conjuntos
demasiado parecidos, a los que le gusta jugar a un ritmo tan bajo que en
ocasiones terminan por dormirse.
Segundo acto:
El Madrid siguió dormido y sobrevivió gracias
a que Casillas y su defensa, incluido Samuel y en particular Pavón, no
perdieron la concentración. Sobre todo Casillas, que sacó mediado el
segundo tiempo una disparo espectacular de Cazorla. Ahí pudo estar el
partido, que se consumió a un ritmo indigno de una competición oficial.
Esta vez no estuvieron los llamados galácticos y el Madrid jugó peor que
de costumbre. En ello también tuvieron algo que ver las decisiones de
García Remón, que con sus cambios terminó de descolocar al equipo y
llegó incluso a cambiar la disposición táctica para frenar al Villarreal.
Con la entrada de Javi García y Morientes por Beckham y Ronaldo el
Madrid desapareció. Todo lo contrario que su rival, que situó a Forlán
junto a Figueroa y llevó el miedo al banquillo blanco. Solari abandonó
el campo y su lugar lo ocupó Mejía, que formó una línea de tres
centrales junto a Pavón, el mejor de su equipo junto a Casillas, y
Samuel.
El Madrid sólo buscó soluciones para defenderse y pareció despreciar la
victoria, algo que no se entiende dada la considerable desventaja que ya
acumula respecto al Barcelona. Desventaja que pudo ser mayor si el
árbitro no hubiera acertado al anular un gol marcado por Figueroa en
fuera de juego o si alguno de los jugadores del Villarreal hubiera
sacado provecho de todo el fútbol generado por Riquelme, que parece
recuperado de forma definitiva y ha logrado trasladar el juego que
practicaba en Boca hasta El Madrigal. La recibe, la pisa, mira y la pone
siempre donde debe. Todo lo contrario que el Madrid, que ni ve ni juega.
Desenlace
El Real Madrid jugó en Villarreal uno de los partidos más lamentables
que se le recuerdan, sin tensión, sin juego, sin nada digno para
llevarse una victoria que se antojaba importantísima para mantener el
ritmo del Barcelona, que se aleja demasiado. Las rotaciones no dieron
resultado a García Remón, que tampoco acertó con sus decisiones durante
el encuentro. Quizá el traje que lleva no es de su talla. La mente del
Madrid no se sabe si estaba en Roma o en el limbo, que es donde puede
terminar esta Liga para los de Chamartín. |