En partidos como el de ayer se entiende que
te dejen las novias o las mujeres, incluso las madres. El empeño por ver
semejante espectáculo, por ocupar dos horas en ello (pagando, además),
es totalmente injustificable, salvo obligación profesional y ni aún
entonces. Jurado, joven promesa madridista, bostezó generosamente
durante la mitad que vio desde el banquillo y si no lo hizo después es
porque le tocó jugar. Lo presenciado en Zorrilla sólo se purga con dos o
tres días de total sumisión a la pareja sufridora.
El encuentro de anoche confirmó que la doble eliminatoria en octavos de
final de la Copa del Rey es, la mayor parte de las veces, un castigo
innecesario que perjudica, y mucho, a la competición y a la seriedad que
debería inspirar. Resultado: un equipo precavido se enfrentó a uno
prudente, cero a cero, ha sido un placer, nos vemos en la vuelta.
El Madrid desplegó un fútbol sin palabrotas ni argumentos, una sosería,
moviendo el balón como quien conduce el carrito del supermercado, sin
profundidad alguna, ignorando la portería contraria, pachangueando. Aún
así dominó durante la primera media hora, pero de forma totalmente
insustancial. Soldado pifió un remate que parecía claro y Solari rozó
los palos en dos disparos lejanos, uno de falta.
Si fue Solari el único que rompió a ratos la atonía general es porque
sólo él se atrevía a arriesgar, a moverse con cierto desparpajo, con la
seguridad del que se sabe, nada más salir, el mejor sobre el campo. La
mayor parte de sus compañeros, en cambio, optaban por lo políticamente
correcto, por el pase facilón o por el centro lejano que en nada
compromete y que se dirige más al bulto que al delantero amigo. Siempre
más preocupados por no equivocarse que por acertar. Ese vicio invade a
la mayor parte de los canteranos, que ya se sienten satisfechos con su
pequeña gloria de eternas promesas, ropa de marca y peinado Rupert.
Entretanto, Owen y Soldado eran dos ermitaños en La Pedriza.
El Valladolid, que se dejó hacer al principio, se fue adueñando del
partido en cuanto terminó de cachear a su rival y confirmó que no
escondía armas, ni blancas ni negras. Kresic hizo menos cambios de los
previstos y aprovechó la base de su equipo titular. Sus jugadores
comprendieron pronto que por la banda izquierda del Madrid había
guateque. Organizaba Raúl Bravo.
La mejor ocasión local nació de una buena triangulación que resolvió
Víctor con un buen pase que cabeceó alto Aduriz. Iván Zarandona (hermano
del bético Benjamín) dirigía con aseo al Valladolid y el paraguayo
Figueredo le secundaba.
Salvo una cornada de Samuel y la gorra de Luxemburgo, tipo Griguol o
cazador de perdices, sucedieron pocas cosas emocionantes. Si acaso, la
entrada de Xavi Moré supuso un soplo de aire fresco, pues protagonizó
dos internadas peligrosas. La inclusión de Jurado aportó un detallito,
no más. En la segunda parte César repelió un par de disparos duros y a
Lledó sólo se le recuerda una estirada.
Cumplió el Valladolid, aunque dejó pasar una magnífica ocasión de darse
un homenaje. O quizá es que no le alcanza. También se confirmó que en la
segunda línea de combate del Madrid falta talento o ambición. O las dos
cosas. Nadie empuja, nadie llama a la puerta. Absurdo abrirla entonces.
El detalle - Jurado debutó en el Madrid
Alberto Jurado (18 años) debutó ayer con el Real Madrid en un partido
oficial. El gaditano ya disputó con la camiseta del primer equipo el
pasado trofeo Bernabéu contra River.
El crack - Kresic
A falta de estrellas, lució la efectividad de su planteamiento. Su
equipo apenas sufrió ocasiones de gol.
El duro - Samuel
Vio una tarjeta amarilla por una dura entrada y se empleó con excesiva
contundencia. Y no era necesario.
¡Vaya día! - Raúl Bravo
No cubrió la banda izquierda y fue por allí por donde penetraron la
mayoría de las veces los jugadores locales.
El dandy - Jurado
Bastó un detalle, un control en el área y un pase al segundo palo para
confirmar sus cualidades técnicas. |