La posición de Ronaldo en el Madrid ha
empezado a cambiar. Ya es un secreto a voces. Espíritu libre por
naturaleza, es un jugador difícil de llevar. Un regalo envenenado para
cualquier entrenador. Mete muchos goles pero es muy refractario al
entrenamiento. Nunca le ha entusiasmado y con el paso del tiempo, menos.
Ha hecho una gran carrera sin mayores esfuerzos entre partido y partido
y no cree necesitarlos. A cambio es todo sonrisas, no quiere hacer mal a
nadie ni que nadie se lo haga y en los partidos actúa con la máxima
concentración... ofensiva. Eso sí: ocuparse de la salida del contrario
tampoco te lo va a hacer. Para eso están otros, piensa.
El problema ha venido cuando los goles han dejado de llegar al ritmo al
que llegaban antes. Con goles se puede perdonar todo. Sin goles queda
todo por perdonar. Y cada semana sin goles el depósito se ha ido
cargando: el viaje a Brasil en las fechas del partido de Soria, la boda,
el regreso tarde de la boda, el regreso más tarde todavía del día
siguiente, el chusco retraso en la presentación del libro de Florentino...
Todo eso con un entrenador que es paisano suyo y con el que se confiaba
que se entendiera mejor, con el que se esperaba que realizara esfuerzos
mayores. Roberto Carlos ha cambiado para bien desde que llegó Luxa.
Ronaldo, no.
Ahora aparece Abramovich de nuevo. Sabe lo que hay, sabe que el jugador
empieza a estar molesto y que Florentino ya no está dispuesto a seguir
sacrificando entrenadores a mayor gloria del albedrío de su estrella. En
ese sentido, Luxa va a tener la suerte de que carecieron los anteriores:
el club va a estar de su lado. Por lo que respecta a Ronaldo, sólo va a
estar a gusto si vuelve a ver buenas caras a su alrededor. Y la forma de
ganarse esas buenas caras es ofrecer unos niveles de trabajo honorables
en los entrenamientos y esperar que así los goles vuelvan. Si no,
siempre le quedará el Chelsea. Pero allí le ocurriría lo mismo, sólo que
con Mourinho. Y eso es peor. |