Me comenta Tomás Roncero, emocionado, que
10.000 madridistas asisten al Santiago Bernabéu para ovacionar al nuevo
galáctico, Robinho, quien lucirá el 10, el dorsal de los mejores. Y es
que condiciones futbolísticas las tiene (quizás una incógnita en Europa
aún, porque se habla de él casi más de oídas que de verle de verdad en
un terreno de juego) y también mediáticas.
El Madrid ha vuelto a gestionar con éxito su capacidad de mercadotecnia
y no se hablará de nada más que del menudo 'brasileiro' hasta que debute.
Después, ya veremos, pero su estilo de gambeteador y de ciclista sin
casco amenaza con romper defensas y, sobre todo, llenar de luz el juego.
En el fin más romántico de la concepción de este deporte, eso debería
ser realmente trascendente. El disfrute casi por encima del resultado.
Un Barça de Cruyff perdió una vez 6-3 en Zaragoza y luego ganó todo. Lo
básico es atacar, emocionar, culminar con goles y que Casillas siga a la
suyo, parando más que una señal de 'stop'. Hombre, tras dos años de
sequía (el último título es la Supercopa ante el Mallorca), no vendría
mal algún trofeo. Armado está el Madrid para ello. Y si algún día
Vanderlei Luxemburgo alinea este once (que vive en los sueños de
Florentino) será el no va más: Casillas; Beckham, Zidane, Woodgate,
Roberto Carlos; Raúl, Gravesen, Guti, Baptista; Ronaldo y Robinho. Con
dos. |