Todavía hace pocos días me decía Tomás
Roncero que el Madrid podría marcarle cuatro goles al Olympique Lyonnais,
para saltar a la cabeza del grupo. De hecho, con esa idea concibió el
reportaje que reúne unas páginas más allá a los protagonistas del 4-0 al
Borussia, quizá la más estruendosa remontada de las varias que se dieron
en aquella época de La Quinta del Buitre y la dos Uefas, veinte años
atrás. Pero la realidad es prosaica. El Madrid sale esta noche con cinco
defensas, cuatro centrocampistas y un segundo punta, Robinho. La
pregunta viene sola: ¿se le pueden marcar así cuatro goles al Olympique
Lyonnais?
Pero el caso es que eso es lo que hay, o poco menos. Ronaldo está
lesionado. Jugó contra el Barça por un esfuerzo personal. No hay otro
nueve en la plantilla. Baptista, que tiene trapío de delantero centro
aunque no el oficio, también está lesionado. Soldado no le gusta a Luxa,
tan metido en su piel de entrenador que no es capaz de hacer la
concesión de ponerle ni siquiera cuando no hay otro. Bastantes
concesiones hay que hacer ya con los galácticos, pensará. Así que el
equipo se queda en cinco defensas (porque Sergio Ramos sale por delante,
a blindar), cuatro medios y Robinho como arreglalotodo en la delantera.
Esta alineación habla de la dimensión del bache en que está el Madrid,
por una plantilla más descompensada que corta, en un año de transición
del bello ensueño galáctico (que nunca agradeceremos lo bastante) a lo
que venga, que aún no se sabe lo que es. En mitad de ese río le ha
sorprendido un Barça descomunal y ahora le viene otro equipo soberbio.
El Madrid está bajo una nube negra que quizá descargue esta noche otra
tormenta como la del sábado. Pero al menos algo está salvado: el pase a
octavos de final. Y los lesionados se curarán. Ahora sólo se trata de
minimizar daños, a la espera de tiempos mejores. |