Roman Abramovich empieza a
entender que ni con todo su dinero es posible comprar una Copa de Europa. Anoche,
desde el palco del Camp Nou, el magnate ruso asistió a la segunda eliminación
consecutiva de su equipo en la lucha por el reinado continental. Le queda el
consuelo de que se llevará la segunda Premiership consecutiva con la gorra, tal
vez un mes antes del final. Pero si Abramovich fuera un propietario responsable
debería llamar hoy a su despacho a José Mourinho para preguntarle en qué quedó
su promesa de llevar la Copa de Europa a las vitrinas de Stamford Bridge. El
portugués paga la ronda de cuartos.
Ni el penalti que Markus Merk se inventó en el tiempo añadido y que Lampard
convirtió en el 1-1 consiguió borrar la imagen triunfadora del Barça. El Chelsea
nunca se mostró capaz de marcar los dos goles que necesitaba para remontar el
1-2 de la ida. Y la gran celebración del gol quedó abrazada a la enorme sonrisa
de Ronaldinho, que se llevó por delante a esas dos columnas romanas llamadas
Carvalho y Terry, para desparramar a Cech con un derechazo poderoso.
Sin bandas. La madrugadora lesión de Messi dejó al Barça sin jugadores capaces
de desbordar. Aunque Ronaldinho aguantó la posición en la izquierda, la entrada
de Larsson convirtió el frente de ataque en el habitual caos que provoca la
presencia del sueco. A pesar de ello, Etoo pudo marcar en una incursión de
Oleguer, que centró tras superar a Duff, pero el camerunés fue objeto de penalti
por parte de Carvalho. Obviamente, el árbitro no lo pitó.
La mejor noticia para el Barça durante la primera mitad fue que Lampard, cabeza
y pies de este Chelsea industrioso, no apareció. Aun así, el equipo inglés
disparó más a la portería de Víctor que en el partido de ida, pero no le sirvió
para irse al descanso al menos con un gol que le diera esperanzas de
clasificación, sobre todo porque Drogba tuvo una mala noche.
Crespo dio algo más de fuerza al ataque del Chelsea, pero para entonces el Barça
ya había ajustado los tornillos, con Márquez en plan Super Mario Reparatodo. Y
sin que pasara casi nada destacable, apareció Ronaldinho para poner al Camp Nou
de fiesta. Poco después Etoo disparó a un poste. Pero ya no importaba: los
cuartos de final esperan, el Chelsea es historia y la ronda la paga un tal
Mourinho. |