Anda el madridismo emocionado
con Cicinho. No le queda otra ante la deserción general en una temporada
catastrófica cual tsunami, con galácticos (y otros) de come pipas en los
banquillos sin siquiera hacer de piña cuando hay un gol, que no se estila mucho
la verdad. El carrilero es la última explosión del fútbol brasileño, ese que
representa el alma de este deporte inventado por los rudos británicos en el
siglo XIX. Y es que Brasil no defrauda. Habitualmente.
Casos como el de Cleo (aquél jugador que fichó Núñez y ni debutó por quítame
allá ese armario) no están a la orden del día. Eso sí. Como hay cientos de
jugadores 'brasileiros' por todo el mundo, de España a Malasia, algún pufo sí
que cae. No suele ocurrir en los clubes poderosos. Si Cicinho es la nueva
revelación, que ya despuntó sobremanera en la Copa de las Confederaciones, la
élite del balompié se sustenta en jugadores de esta nacionalidad. Menos el
Chelsea del traductor Mourinho. Claro. A él no le interesa el 'o jogo bonito'. Y
por eso no gana, quizás, la Champions. ¡Toma ya! ¡Come on Fulham!
Pero es generalizado el que el buen fútbol, aun sin resultados globales
sensacionales en forma de títulos (Menotti, por ejemplo, ganó un Mundial militar
y poco más), triunfe por encima del bien y del mal. Para qué decir nombres.
Todos los alojamos en la memoria colectiva. Del pasado, del presente. En la
actual Liga de Campeones alguno será campeón. Por méritos. Uno por cabeza, para
no atolondrar: Ronaldinho (Barça), Luisao (Benfica), Kaká (Milán), Fred (Lyon),
Adriano (Inter), Senna (Villarreal) -pasaporte español, corazón y juego
brasileño-, Emerson (Juventus) y Gilberto Silva (Arsenal). Es así.
Por eso, si el Madrid tira de ese fantástico talonario que dice disponer, que no
se complique: a por el once titular de Brasil durante el Mundial. No toque, no
obstante, a un técnico de allí. Enredan para estropear, porque a estos hay que
dejarlos jugar solos. Ya se comentaba que Parreira, cuando fue campeón del mundo
en el 94, era un buen... preparador físico. Yo sólo me fiaría de Telé Santana y
Zagallo. Y ya no están para trotes. Aunque bien mirado sólo haría falta vídeo
conferencia. Internet al poder. |