El Madrid se llevó su
primer alegrón en mucho tiempo justo en vísperas de la visita al Camp
Nou, que miraba hasta ayer con aprensión. Ahora, ya no tanto. López Caro,
que se había enredado él solo, deslió la madeja, volvió al equipo que
protagonizó el tirón de enero, más Ronaldo, y el Depor hizo el resto.
Porque el Depor fue una calamidad, un equipo débil, sin juego, sin
agresividad, sin fuerza, sin optimismo. El Madrid, muy brasileñizado en
su alineación y en su fútbol, jugó bien, mejor según transcurría el
partido, y dejó para la parroquia una buena goleada, salpicada de muchas
más ocasiones de gol. Lo que se dice una tarde feliz.
Y tarde de añoranzas también, porque un día así hace pensar que ahí
había equipo para algo más. Para no estar tan lejos del Barça. Para
estar en la final de Copa, desde luego. Quizá para haber pasado una
eliminatoria más de Champions. Pero bueno es al menos ver que el Madrid
se toma en serio el objetivo menor del segundo puesto, más que nada
porque puede ser la mejor manera de no caer más allá del cuarto, lo que
sería dramático. Bueno es también que Zidane, al que le queda poco,
desgrane todavía alguna exhibición como la de ayer. Y bueno es que
Ronaldo y el Bernabéu echen pelillos a la mar. Me parece que ambos se
necesitan.
Y Ronaldo ayer estuvo bien. Marcó un gol, hizo una jugada imperial que
no entró de milagro, rozó el gol más veces y se marchó aplaudido y
dejando la convicción de que aún cuenta. Con un poquito más de trabajo y
de interés sube mucho y el mercado no ofrece fácilmente un jugador tan
intimidante y de tanto poder de gol. Pero la cara del partido de ayer no
fue la suya, sino la de Cicinho, que pareció un vendaval. Por momentos
parecía que hubiera media docena de cicinhos pululando en ataque y en
defensa. De nuevo en sociedad con Beckham, al que le aflora la sonrisa
cuando lo tiene cerca. ¡Pensar que no jugó en Londres...! |