López Caro dispuso el
mismo equipo que goleó al Deportivo en el Bernabéu, una combinación
ambiciosa y ofensiva frente a una buena propuesta del Barça, que no ser
reservó para el Benfica, con Motta acompañando a Puyol y Andrés Iniesta
en la esfera central, escoltado por Deco Y Van Bommel.
Cicinho, uno de los que mantuvo el puesto tras el buen partido ante los
de Caparrós, avisó al minuto de juego y dejó en evidencia a Ronaldinho,
inquilino de la banda izquierda, que no parecía dispuesto a perseguir
las correrías del pequeño reactor brasileño. Había una posibilidad, se
abría una esperanza, podían llegar oportunidades por aquel desguarnecido
pasillo de la banda derecha.
Pero el Barça, por filosofía, porque era el anfitrión, porque no
entiende el fútbol de otra manera, no tardó en tomar el control del
juego. La factoría de Frank Rijkaard empezó a carburar, el balón a
correr y Van Bommel tuvo dos ocasiones casi consecutivas, una de ellas
clarísima, en un envío sensacional de Ronaldinho que dejó al holandés
sólo ante Casillas.
Empezó a pasarlo mal el Madrid, agazapado en su campo, a la caza de
algún balón sin dueño, de algún rechace, de un pase de Guti o Zidane que
pudiera lanzar a Ronaldo frente a Valdés. Pero los que disparaban a
puerta eran los de azulgrana, sobre todo Van Bommel, que chutó a puerta
cada vez que tuvo el balón. Eto?o y Ronaldinho también pusieron a prueba
a Casillas, pero el Móstoles estuvo seguro, atento, espléndido, un
seguro de vida.
Sólo había un equipo, sólo había un dueño del balón, sólo había
oportunidades en una de las porterías, la de Casillas. Era cuestión de
tiempo que llegara el gol, o que aconteciese de nuevo la maldición de
Lisboa, cosa poco probable. En cualquiera de los casos, no le hacía
falta ninguna ayuda al Barça, su superioridad era suficiente para
desnivelar el partido, pero Medina Cantalejo, el árbitro del cochinillo,
se tragó un estupendo performance de Van Bommel, que se dejó caer de
forma teatral chocando sus botas con las de Roberto Carlos. Ronaldinho
no falló frente a Casillas. Puede que el Barcelona estuviera mereciendo
más, que tendría que mostrar su superioridad en el marcador, pero el
penalti, no existió.
Roberto Carlos, que ya se había ganado una tarjeta amarilla por
protestar con vehemencia el falso penalti, encontró la expulsión en la
siguiente jugada, después de comportarse como un juvenil con acné, de
volver a perder la cabeza en un partido importante; increíble en un
profesional de treinta y tres años, capaz de dejar a su equipo a los
pies de los caballos, por faltarle al respeto a Medina Cantalejo de
forma absurda e infantil.
Así, con un rival en inferioridad, de lo único que se tenía que
preocupar el Barcelona era de mejorar su falta puntería (Llevaba dos
partidos sin marcar), porque en el resto de las facetas del juego se
estaba a mostrando claramente superior a su rival.
Hasta que apareció Ronaldo, ausente, casi invisible en el desarrollo del
juego; robo de Baptista, pase perfecto al nueve, galopada, la manada que
avanza, todos a temblar, Motta que se rompe en la carrera (Preocupante
nueva lesión muscular), y el balón que supera a Valdés con una sutil
vaselina.
No contaba con esa circunstancia el Barcelona. Si, podía seguir atacando,
dominando el juego, pero si descuidaba la defensa, si perdía un balón en
algún lugar comprometido, Ronaldo, no iba a perdonar.
Casillas, espectacular
Se acurrucó el Madrid en su área. Se podría decir que porque eran uno
menos o se podría interpretar que adoptaba la actitud del equipo pequeño
que viene con el autocar al campo del grande, pero los equipos pequeños
no tienen a Ronaldo, un jugador capaz de generar una gran preocupación,
un futbolista con la extraña habilidad de hacer mirar a todos sus
rivales de soslayo.
A la espera de la aparición de Ronaldo, el Madrid se encomendó a Iker
Casillas, que desplegó una actuación soberbia. En pleno monólogo
azulgrana, el de Móstoles dejó paradas de todos los colores y para todos
los gustos. Y mira que lo intentaron los chicos de Rijkaard; Ronaldinho,
Eto’o, Giuly, Deco, Belletti… Para todos tuvo respuesta el magnífico
portero madridista, probablemente, el mejor del mundo en la actualidad.
El punto le servía de bien poco al Real Madrid, si acaso para mejorar su
autoestima y apuntalar su sitio en la segunda posición. El Barcelona,
que aún tuvo una buena oportunidad al final por medio de Larsson,
debería hacerse mirar la vista; tres partidos, un gol. |