Algunos lo dirán: el Madrid tiene suerte.
Lo comparto: la suerte de tener a Van Nistelrooy. Y eso no es carambola
ni casualidad. Es la suerte de tener fortuna. Y saber gastarla. También
convendría señalar que cuando alguien consigue cuatro goles o los recibe
no cabe hablar de suerte, ya que la repetición, a favor o en contra, es
totalmente incompatible con el azar, motivo por el que los ricos se
creen tan listos. Lo que nos lleva a pensar que algo hizo muy bien el
Madrid y en algo se equivocó mucho Osasuna.
Pero cuidado. No se puede despreciar al Madrid porque llegó cuatro veces
a la portería contraria (alguna más) y marcó cuatro tantos. En este caso
no se puede esgrimir el ahorro como crítica, lo impide la generosidad
del marcador. Esta vez, no es racanería, es precisión. Ayer el Madrid no
hizo lo mínimo imprescindible, sino lo máximo necesario.
Sin embargo, habrá que puntualizar. Nos referimos al Madrid y queremos
decir Van Nistelrooy. Y escribimos Osasuna y englobamos en el término al
equipo de la primera mitad y al de la segunda, que poco tuvieron que ver.
Por partes. Las victorias no pertenecen a un jugador, sino a un equipo.
La regla es bien conocida y favorece la vida en comunidad y la comunión
de talentos y torpezas. Pero tiene una excepción: que un futbolista
marque cuatro goles (o más). Entonces, no hay escudo en el pecho sino
retrato del goleador. Y el himno es su canción favorita.
Rutgerus Johannes Martinus Van Nistelrooy fue el absoluto protagonista
del partido de ayer, tanto como lo es su nombre del párrafo que comienza.
Él condujo al Madrid por un camino que no parecía haber tomado. Y por si
alguien pensó que se trataba de suerte, repitió. Hasta cuatro veces. En
cierto sentido libró una guerra aparte. Y el Madrid la ganó.
Entiendo que el desconcierto fuera mayúsculo en Osasuna, porque cuando
comenzó el partido dio la impresión de estar bien preparado. Al menos,
anímicamente. Tácticamente es otra cuestión. Ya desde la previa llamó la
atención que Ziganda apostara por Webó como único delantero. Sólo se
comprendía si era un modo inconsciente de protestar por la ausencia de
Soldado, víctima de la cláusula de cesión. El caso es que la
inconsciencia salió cara, porque recluida la pantera en el área, a su
cabeza llegaron las mejores oportunidades de Osasuna en los primeros
minutos, cuando todo estaba por decidirse. Y Webó, ya se sabe, no es un
gran rematador de cabeza. No lo son los felinos.
Por ahí se le escaparon a Osasuna las pocas opciones que tuvo. Sin
ariete, el esfuerzo no tenía conclusión. Y esa situación encontró su
negativo en el equipo de enfrente. Después de haber disfrutado de
algunas ocasiones (no sólo fueron cuatro tiros) de Robinho (otro felino)
y Sergio Ramos, el Madrid empezó a encogerse, intimidado por el ardor
enemigo. En el momento de más calor, Robinho probó suerte desde lejos y
el balón botó un metro antes de llegar a Ricardo, que no acertó ni a
blocarlo ni a repelerlo. Van Nistelrooy barrió con la pierna izquierda y
en un gesto de puro delantero centro adelantó al Madrid.
Leña.
Osasuna se lo tomó mal. Y viendo que el fútbol no era bastante,
endureció el juego. Y en eso se perdió, porque sus jugadores tienen otro
estilo. Le ocurre, sobre todo, a Raúl García, con tendencia a
desquiciarse cuando olvida el balón y se concentra en la destrucción del
rival.
En el intervalo de quince minutos entre el primer y el segundo gol del
Madrid, se registró una buena parada de Casillas a tiro de falta, un
confuso despeje de Ramos con nariz y brazo y un cabezazo picado del
sevillano que rozó el gol. Ese era, más o menos, el reparto de poder en
el encuentro.
Por eso es lógico que Osasuna acusara el nuevo golpe y, especialmente,
cómo se produjo. Fue así: Guti metió un pase interior a Robinho, que fue
interceptado por Miguel Flaño, con tan mala suerte (o lo que fuera) que
el balón rebotó en el brasileño y quedó a merced de Van Nistelrooy, que
remachó ante la salida inútil de Ricardo. El holandés, por supuesto,
estaba en el lugar adecuado.
El segundo tanto ya merecía una reflexión: cuántos goles se habrá
perdido el Madrid en los últimos años por no haber jugado con un nueve
puro (Ronaldo no lo es). Y otra más: cuántos goles podrá marcar Van
Nistelrooy cuando se encuentre con asistentes por las bandas.
Cuando la desesperación local ya era preocupante, un memo terminó de
agravarla al lanzar un mechero y golpear en la cabeza a la Casillas. El
tumulto perjudicó muchísimo a un equipo que todavía tenía inercia para
intentar la remontada y que dejó de tenerla.
Como si existieran los castigos divinos, Van Nistelrooy puso la puntilla
al aprovechar un pase de Raúl y culminar con un zurdazo raso que peló de
gnomos el palo del portero.
Así acabó la primera mitad. En la reanudación, Ziganda volvió a
flagelarse: sustituyó a Webó y Raúl García, los futbolistas, junto a
Delporte, con más talento del equipo, los que siempre deben estar. Sin
ellos importó muy poco la entrada de Milosevic. Minutos después, el
entrenador completó el genocidio y retiró a Delporte.
Osasuna siguió teniendo ganas y genio (malo, generalmente), pero el
Madrid ya se paseaba (literal) convencido de la victoria. Fruto de esa
relajación Valdo marcó de cabeza a la salida de un córner, sin marcador
cerca ni perro que le ladrara.
Nada cambió. Se sucedieron patadas, tarjetas y sustituciones y el
panorama continuó igual. Osasuna, sin talento al que agarrarse, y el
Madrid gastando lo único que se permite: tiempo.
Pero Van Nistelrooy no había dicho la última palabra. Emerson, muy
cómodo entre el fuego de morteros, buscó en profundidad al holandés y
allí se presentó Ruud, que ayer no faltó a una cita. Su posición era,
tal vez, la más complicada, demasiado escorado. Y su intento fue, sin
duda, el más arriesgado: la imaginó en la escuadra y allí la mandó.
Curiosamente, lo celebró más estupefacto que radiante, como si en lugar
de pensar en lo conseguido hubiera pensado en lo que quedaba de noche,
casinos, bellas y todo tipo de atracciones.
Se explica fácil. Después de perder ante el Celta al Madrid le debían
una y se tomó cuatro. No suelen ser tan rápidas las compensaciones. Pero
a veces lo son. ¿Suerte? Ja.
A Iker le dieron con un mechero
En el minuto 43, cuando se disponía a sacar de puerta, Iker Casillas
recibió el impacto de un mechero lanzado desde la grada. El portero
madridista cayó al suelo y tuvo que ser atendido por el doctor Hernández.
El crack - Van Nistel.
Impresionante. Remató cuatro veces y marcó cuatro goles, el último de
ellos por toda la escuadra.
¡Vaya día! - Ricardo
Falló en el primer gol al dejar el balón a pies de Van Nistelrooy y
luego sufrió el acierto del holandés.
El dandy - Guti
A pesar del juego duro de Osasuna no se descentró y manejó con calidad
el juego de los madridistas.
El duro - Delporte
Le dio un cabezazo a Sergio Ramos en el 37', pero no vio la tarjeta por
eso, sino por protestar. |